Común
En el primer tomo de El Capital, Karl Marx escribe que la llamada “acumulación originaria” es el punto de partida del modo de producción capitalista (891). Básicamente, el término refiere al proceso a través del cual los trabajadores son desposeídos de los medios de producción y deben vender su fuerza de trabajo para sobrevivir. En los términos de Marx, se trata de “el proceso histórico de escisión entre productor y medios de producción. Aparece como originaria porque configura la prehistoria del capital y del modo de producción correspondiente al mismo” (893). Uno de los ejemplos que utiliza el filósofo alemán para ilustrar la acumulación originaria es el de los “Bills for Inclosure of Commons”, es decir, el cercamiento de los terrenos comunales en la Inglaterra del S. XVIII. Si bien no existe en los textos de Marx elaboración alguna sobre el concepto de lo común, aquí hay un primer acercamiento. En este libro, lo común refiere a aquello que es naturalmente común, es decir, que no es o aún no ha sido convertido en propiedad privada.
Deberán pasar siglos desde la publicación del texto para que la reflexión sobre lo común ocupe un lugar central en el pensamiento político y filosófico. En el campo de la teoría política, el concepto ha venido tomando protagonismo desde hace algunos años como consecuencia de la publicación de trabajos como Asamblea de Michael Hardt y Antonio Negri, Común. Ensayo sobre la revolución en el siglo XXI de Pierre Dardot y Christian Laval, Reencantar el mundo: el feminismo y la política de los comunes de Silvia Federici, Incomún. Un ensayo de ontología política para el fin del mundo (único) de Mario Blaser, entre otros. Con sus diferencias y matices, estos trabajos reflexionan sobre lo común como un concepto que apunta a formas alternativas de organización política, de gestión de los recursos comunes, en tiempos en donde la vía de transformación social a través del Estado parece agotada.
Esta situación es particularmente visible en América Latina. En su libro The Impasse of the Latin American Left, Franck Gaudichaud, Massimo Modonesi y Jeffrey R. Webber señalan que si bien los gobiernos progresistas de la región consiguieron redistribuir la riqueza y desafiar al neoliberalismo desde el Estado, no lograron transformar la estructura económica ni tampoco la posición subordinada de América Latina con respecto a Europa en términos de división del trabajo” (6). En este contexto surgieron en la región nuevas reflexiones sobre lo común en trabajos de Raquel Gutiérrez Aguilar, Verónica Gago y Álvaro García Linera, por ejemplo, quienes a pesar de ubicarse en la tradición marxista tienen posturas bastante diferentes en cuanto al potencia de lo común y su relación con el aparato estatal.
Desde lo que denomina como la tradición del marxismo crítico o abierto, Gutiérrez Aguilar comienza a elaborar su teoría de lo común partir de la identificación de dos horizontes de posibilidad que se hicieron visibles en Bolivia durante 2000 y 2005. Por un lado, un horizonte nacional-popular centrado en la toma y reconstrucción del Estado (35) y por otro un horizonte político comunitario-popular “centrado en la disposición colectiva y sistemática a desbordar––alterando y tendencialmente reconstruyendo–– la trama de relaciones políticas liberales así como los formatos legales e instituciones existentes” (36). Para Gutiérrez Aguilar existe una incompatibilidad entre estas dos políticas, es decir, entre una política estado-céntrica y una política desde la autonomía. La segunda es la que asocia con lo que llama “lógicas de producción de lo común”:
Por «lógica contemporánea de producción de lo común» entiendo una dinámica asociativa particular y concreta, esto es, situada temporal, geográfica e históricamente que, por lo general, se propone alcanzar objetivos específicos casi siempre relacionados con asegurar o proteger condiciones para la reproducción colectiva en medio de amenazas drásticas de despojo o agravio” (73).
Según su perspectiva, lo común refiere a una acción colectiva de creación y manejo de la riqueza social. Así, expresa su intención de desatar la comprensión de lo común “del lastre de la propiedad” para así “abrirse a pensar lo común ya no únicamente como algo dado que se comparte sino, ante todo, como algo que se produce, reproduce y reactualiza continua y constantemente” (75). Este es un aspecto que la diferencia de la posición de Hardt y Negri, por ejemplo, quienes en su trabajo conjunto hacen énfasis en la relación entre lo común y la propiedad y entienden lo común en oposición tanto a la propiedad privada como a la pública. Para la autora de Horizontes comunitario-populares, lo común no se define por su oposición a la propiedad sino por las relaciones sociales que lo atraviesan y le dan forma.
Por su parte, Verónica Gago también se inscribe en la tradición autonomista. Si bien lo común no es un concepto central en su trabajo, en su libro La razón neoliberal propone pensar lo común como “formas sociales del hacer colectivo con capacidad de construir autonomía y apropiarse de la riqueza social” (48). Gago añade que en las formas de lo común “existe una potencia vital capaz de inaugurar y desarrollar otras lógicas, otros tiempos, otros espacios respecto a la hegemonía neoliberal” (48). Hasta aquí hay una gran coincidencia con la visión de Gutiérrez Aguilar. Sin embargo, algo crucial que añade Gago es que se deben reconocer las debilidades, perversiones y contradicciones de estos modos de hacer y organizar colectivamente (48).
Desde una perspectiva bastante diferente, aunque claramente inscrito en la tradición marxista y con una importante influencia de Nicos Poulantzas, García Linera critica con dureza esta y otras posturas autonomistas. Su relación con el Estado ha variado mucho con los años. Mientras que en sus tiempos de guerrillero llamaba a aplastar al Estado y sus aparatos, recientemente ha señalado la necesidad de empoderar el horizonte comunista desde el propio Estado, probablemente como consecuencia de su experiencia al mando del gobierno de Bolivia. Esto ha afectado su percepción de la relación entre lo común y el Estado. A diferencia de todos los autores mencionados anteriormente, García Linera sostiene, en primer término, que los comunes también existen dentro del Estado (el Estado es en un sentido un monopolio de los comunes de la sociedad), por lo que no son espacios contrapuestos, y que, incluso para el caso de los que están fuera, su articulación con el Estado y su sometimiento a mecanismos representativos y de delegación no anula ni el común ni la voluntad colectiva de hacerse cargo de ese común (113).
En segundo término, el exvicepresidente de Bolivia expresa la necesidad de diferenciar los comunes en sus diferentes escalas: local, regional, nacional, universal. En este sentido, sostiene que las experiencias pequeñas de autogobierno o manejo colectivo de un bien o una comunidad no son realmente comunes, pues no involucran a toda la sociedad (97). Según su perspectiva, el único momento histórico de creación de comunes universales lo constituyen los levantamientos sociales, revueltas, etc, que son momentos en los que una gran mayoría de la población se moviliza con sus demandas y “son los únicos que ponen en disputa el monopolio estatal de los universales y el monopolio privado de la riqueza” (105). En lo que sí coincide con Gutiérrez Aguilar y Gago es en que los comunes no existen de manera natural sino que adquieren esa cualidad como consecuencia de la acción social. Lo común es, para él, “un acto político colectivo que produce lo común al momento de la enunciación y la acción común, bajo alguna forma de comunidad práctica” (110).
García Linera señala que las experiencias pequeñas de autogobierno no constituyen comunes porque asocia lo común con la escala de esas experiencias. Pero lo que convierte algo en un común no es su tamaño o la cantidad de personas involucradas, sino la gestión colectiva, la cooperación y la solidaridad. También existe una diferencia notable con respecto a los horizontes de transformación que cada uno visualiza. Para García Linera, la lucha principal parecer ser la lucha por el control del Estado y sus instituciones, mientras que para Gutiérrez Aguilar y Gago la lucha por el poder del Estado no parece relevante, o, al menos, no es lo central.
La devastación ambiental ocasionada por el capitalismo y la crisis de las instituciones políticas en América Latina exige no sólo una reflexión sobre lo común, atendiendo a sus limitaciones y contradicciones, sino también su puesta en práctica para elaborar otros mundos posibles, o, como se señala desde las comunidades zapatistas, “un mundo donde quepan muchos mundos”.
Referencias
Gago, Verónica. La razón neoliberal. Economías barrocas y pragmática popular. Tinta Limón, 2014.
García Linera, Álvaro. La comunidad ilusoria. Una reflexión sobre el Estado, lo público, lo común, la protesta ciudadana y la esperanza en tiempos de incertidumbre mundial. Penguin Random House Grupo Editorial S.A., 2023.
Gauchadu, Franck, et al. The Impasse of the Latin American Left. Duke University Press, 2022.
Gutiérrez Aguilar, Raquel. Horizontes comunitario-populares. Producción de lo común más allá de las políticas estado-céntricas. Traficantes de sueños, 2017.
Marx, Karl. El capital. Tomo 1, Vol. 3. Traducido por Pedro Scaron. 2a ed., 8a reimp. Siglo xxi editores, 2009.
