26/09/202512:09

Triple femicidio, violencias y nuestro rol ante la crueldad social

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El pasado miércoles 23 de septiembre de 2025, tres jóvenes mujeres —Brenda del Castillo (20), Morena Verdi (20) y Lara Gutiérrez (15)— fueron asesinadas con extrema violencia en Florencio Varela. Sus cuerpos fueron enterrados en el patio de una vivienda, y la investigación apunta a una red narco que habría perpetrado el crimen como acto de disciplinamiento. La saña, la tortura y la transmisión del hecho por redes sociales no solo nos conmocionan sino que nos interpelan.

Este crimen no es un hecho aislado. Es parte de una trama sistemática de violencias por razones de género que se profundiza en contextos de crisis económica y social como el que hoy atraviesa nuestro país. Según el Observatorio Lucía Pérez, en Argentina entre enero y septiembre de 2025 se registraron 167 femicidios lo que equivale a una mujer asesinada cada 36 horas. Además de las cifras, lo que continúa siendo alarmante es la forma en que estos crímenes son narrados. La misoginia también se expresa en el discurso público: la culpabilización de las víctimas y la construcción de la “mala víctima” trasladan la responsabilidad a las mujeres por la crueldad que sufrieron. En lugar de señalar la saña de sus asesinos y la violencia de género que ejercen, muchos relatos desvían el foco hacia las víctimas. De esa manera, se justifica lo injustificable.

A diferencia de la mayoría de los femicidios —que suelen ser cometidos por parejas o ex parejas en el ámbito doméstico— el  “femicidio territorial” o “narcofemicidio” es una forma de violencia que tiene como objetivo marcar poder sobre un territorio. El agresor no busca dominar a una mujer en lo íntimo, sino enviar un mensaje de disciplinamiento y una demostración de que puede ejercer dominio y crueldad sin límites. Como plantea la antropóloga Rita Segato, el cuerpo de las mujeres se convierte en una superficie donde se inscribe ese poder, como si fuera un territorio. Es una violencia que se expresa, que comunica, que busca disciplinar a través del horror.

La barbarización del lazo social —como lo define la psicoanalista Ana María Fernández— habilita esta escalada de crueldad. En un contexto de ajuste económico, desfinanciamiento de políticas públicas, precarización de la vida y retroceso en derechos, la violencia se vuelve más feroz, más impune, más legitimada. La interseccionalidad nos obliga a mirar cómo se cruzan la pobreza, la juventud, el género y la falta de oportunidades. 

Las mujeres jóvenes pobres son hoy uno de los sectores más vulnerables: sin acceso pleno a la educación, al empleo, a la salud, y con la carga desigual de las tareas de cuidado, la feminización de la pobreza habilita mayor vulnerabilidad. Esta situación se agrava en el marco de un modelo económico neoliberal, sostenido por la deuda externa y los acuerdos con el FMI, que profundiza las desigualdades, despoja los territorios y debilita las políticas de protección. El cuerpo de las mujeres se convierte en mercancía, en mensaje, en botín.

Frente a esto, como institución educativa, tenemos un rol clave en la desnaturalización de estas violencias. El aula es nuestro espacio educativo, de reflexión y de formación crítica. Es allí donde podemos promover el debate, construir conciencia y formar sujetos capaces de transformar esta realidad tan injusta y cruel. Es fundamental que las instituciones y quienes las habitamos adoptemos una perspectiva de género para desarmar los sentidos patriarcales, desnaturalizar y no reproducir las violencias por razones de género y contribuir a su erradicación.

Convocamos a marchar este sábado a las 16 hs de Plaza de Mayo al Congreso en CABA. Porque no queremos más Brendas, Morenas ni Laras. Porque no aceptamos vivir en una sociedad que legitima la crueldad. Porque creemos en el derecho a una vida libre de violencias.

Si estás en una situación de violencia por razones de género o necesitás asesoramiento: 

  • Llamá al 144 o enviá un whatsapp al 2215085988

Canales de atención en nuestra Facultad: