19 años sin López ¿A qué nos podemos acostumbrar?
Hace 19 años fue secuestrado y desaparecido por segunda vez Jorge Julio López. En ese momento tenía 76 años y era querellante en el juicio contra el ex comisario Miguel Osvaldo Etchecolatz, el primer juicio que se inició en La Plata tras la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final del gobierno de Raúl Alfonsín.
López era albañil, había militado en la Unidad Básica Juan Pablo Maestre de Los Hornos, y había sido secuestrado por primera vez, torturado y legalizado como preso político en dictadura, pero no sólo testimoniaba por su caso, sino también por los jóvenes de la UB que asesinaron ante sus ojos en Arana.
No se supo más de él desde la madrugada previa a los alegatos, el 18 de septiembre de 2006. Algunos sectores del gobierno de Néstor Kirchner y de la justicia tardaron en asumir que no se había perdido, sino que había sido secuestrado, que seguía habiendo grupos operativos, defensores de la dictadura, dispuestos a cualquier cosa para impedir la apertura de esas causas, el desarrollo de esos juicios y la condena de los represores. Los sobrevivientes de la dictadura, nucleados en la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos y otras organizaciones populares, en cambio, supieron reconocer de inmediato, con pavor, lo que estaba ocurriendo y percibir las huellas de origen de las operaciones macabras que por esos días se desplegaron.
Desde entonces, hasta la actualidad, existen polémicas sobre el reconocimiento de las responsabilidades estatales y sobre las acciones que debían tomarse ante un hecho de esas características. Habían pasado 30 años del golpe de Estado de 1976 y aunque para algunos/as podía parecer cosa del pasado la existencia de grupos parapoliciales, en algunas instituciones, como las fuerzas de seguridad y la justicia, la democratización nunca había sido plena.
A poco de cumplirse 50 años del golpe y en un contexto absolutamente hostil y contradictorio con las políticas de derechos, el reclamo por López sigue presente. El movimiento por los derechos humanos de La Plata, con ecos en todo el país y en el exterior, asumió desde entonces una y mil iniciativas para revertir los efectos disciplinadores y paralizantes de una desaparición forzada sobre otros testigos y militantes populares.
En nuestra facultad, López es una conversación constante con nuestros estudiantes que nacieron por esos años y con los que repintamos los murales para que nunca cese el reclamo, para sumar nuestra voz a la de su familia y otros miles, pero nos faltan las respuestas.
Si pretendían frenar los juicios, no lo lograron. Argentina es referencia mundial por esta y otras políticas de memoria, verdad y justicia. Pero sin el esclarecimiento, crecieron los grupos negacionistas y las voces pro dictadura en estas décadas, a niveles entonces inimaginados.
Como sociedad precisamos que se conozca la verdad sobre lo sucedido y que se juzgue a los responsables. Ocurrió ante nuestros ojos en democracia y no nos podemos acostumbrar.









